miércoles, octubre 01, 2003
Jugando al Monopoli Cósmico.
Primera Parte.
Confieso que ya no tomo drogas, ni las fumo, ni las esnifo, ni hojas
secantes, ni nada de nada, pero sigo hablando como si lo hiciese
frecuentemente, y la verdad es ya no forman parte de mi vida, restos
supongo. Recuerdo la ultima vez que lo hice y con quien estaba
cuando lo hice.
Mi amigo acababa de separarse de su chica y dejaba atrás una niña
pequeña.
Yo fuí ese verano a ver a mi familia, como llevo haciendo desde hace 7
años. Por aquel tiempo él y yo estábamos haciendo música, jugando con
la
electrónica y la psicodélia, dando pasos tímidos.
Había una química increíble entre nosotros y eso se reflejaba en el
tema en
el que trabajamos durante esos días. El me conocía muy bien, yo nunca
llegué a conocerle del todo.
Su casa de soltero estaba en la mismísima Plaza del Dos de Mayo; se
oían
los tambores mohicanos y las voces saturadas de calimocho desde
tempranas
horas del sábado.
Decidimos pasarnos unos días ácidos, a modo de enseñanza mística. Mi
amigo
estaba muy metido en filosofía budista por aquel tiempo, y a mi me
sientan
genial, siempre que la compañía sea buena.
Se me viene a la mente la frase de un compañero de clase varios años
después, hablando de los cartones, "hay que forzar las risas de vez en
cuando".
Así que eso hicimos, probamos unas bicicletas que le compramos a un
tipo
que repartía invitaciones y que a tiempo parcial vendía sonrisas.
Al día siguiente serían las doce de la mañana , y nos pusimos a tomar
el
sol en un banco. La cosa no subía, nada. Además no nos quedaban más
cuartos
así que tuvimos que esperar hasta la noche para pillar más.
Digamos que seguimos zarpándolos y las cosas empezaron a vibrar.
Estábamos
más sensibles al cambio de temperatura y todo brillaba con una energía
furiosa.
La Plaza del 2 de Mayo se convirtió en el centro del tablero del
monopoli
cósmico al que empezamos a jugar esa noche.
Nos movimos por el barrio como en una partida; cada encuentro
significaba
tener que tirar el dado y decidir si avanzar o retroceder, y en mi
caso,
enfrentarme a mi pasado. Ví al pasar a la la primera chica con la
compartí
más que besos y ví a gente que
había olvidado. Compramos más ácidos.
Nuestros pasos nos dirigieron al antiguo bar donde trabajé durante una
temporada. No pude entrar, estaba demasiado lleno y no hay nada peor
que un
sitio cerrado cuando estas así. Vimos como el local
masticaba y tragaba gente y cuando estaba lleno, escupía el excedente..
Me
dolía la tripa y el cuero cabelludo de tanto reír.
Rodamos el dado una vez más. Salió el seis.
Primera Parte.
Confieso que ya no tomo drogas, ni las fumo, ni las esnifo, ni hojas
secantes, ni nada de nada, pero sigo hablando como si lo hiciese
frecuentemente, y la verdad es ya no forman parte de mi vida, restos
supongo. Recuerdo la ultima vez que lo hice y con quien estaba
cuando lo hice.
Mi amigo acababa de separarse de su chica y dejaba atrás una niña
pequeña.
Yo fuí ese verano a ver a mi familia, como llevo haciendo desde hace 7
años. Por aquel tiempo él y yo estábamos haciendo música, jugando con
la
electrónica y la psicodélia, dando pasos tímidos.
Había una química increíble entre nosotros y eso se reflejaba en el
tema en
el que trabajamos durante esos días. El me conocía muy bien, yo nunca
llegué a conocerle del todo.
Su casa de soltero estaba en la mismísima Plaza del Dos de Mayo; se
oían
los tambores mohicanos y las voces saturadas de calimocho desde
tempranas
horas del sábado.
Decidimos pasarnos unos días ácidos, a modo de enseñanza mística. Mi
amigo
estaba muy metido en filosofía budista por aquel tiempo, y a mi me
sientan
genial, siempre que la compañía sea buena.
Se me viene a la mente la frase de un compañero de clase varios años
después, hablando de los cartones, "hay que forzar las risas de vez en
cuando".
Así que eso hicimos, probamos unas bicicletas que le compramos a un
tipo
que repartía invitaciones y que a tiempo parcial vendía sonrisas.
Al día siguiente serían las doce de la mañana , y nos pusimos a tomar
el
sol en un banco. La cosa no subía, nada. Además no nos quedaban más
cuartos
así que tuvimos que esperar hasta la noche para pillar más.
Digamos que seguimos zarpándolos y las cosas empezaron a vibrar.
Estábamos
más sensibles al cambio de temperatura y todo brillaba con una energía
furiosa.
La Plaza del 2 de Mayo se convirtió en el centro del tablero del
monopoli
cósmico al que empezamos a jugar esa noche.
Nos movimos por el barrio como en una partida; cada encuentro
significaba
tener que tirar el dado y decidir si avanzar o retroceder, y en mi
caso,
enfrentarme a mi pasado. Ví al pasar a la la primera chica con la
compartí
más que besos y ví a gente que
había olvidado. Compramos más ácidos.
Nuestros pasos nos dirigieron al antiguo bar donde trabajé durante una
temporada. No pude entrar, estaba demasiado lleno y no hay nada peor
que un
sitio cerrado cuando estas así. Vimos como el local
masticaba y tragaba gente y cuando estaba lleno, escupía el excedente..
Me
dolía la tripa y el cuero cabelludo de tanto reír.
Rodamos el dado una vez más. Salió el seis.
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