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martes, septiembre 21, 2004

Danke

Acabo de volver de Berlín, estoy hecho polvo. Hemos logrado hacerlo todo en tres días. Hemos hecho el turista, probar las cervezas, comer salchichas tradicionales, hacernos fotos obvias en sitios obvios, ir en un barco lleno de viejos norteuropeos admirando la ciudad desde el río.
Tuvimos suerte porque una amiga que conoce a gente allí nos recomendó donde ir, así que vimos la otra cara de la ciudad, una ciudad vibrante llena de artistas sin pasta tratando de buscarse la vida.
Graffiti por todos los lados, posters y pegatinas de artistas callejeros decorando los edificios aun sin remodelar desde la caída del muro. El barrio de Mitte donde se mezclan las boutiques con los restaurantes asiaticos y las tiendas de decoración retro, son de visita obligada. Sentarse y tomar un café viendo pasar la gente, sin que los camareros te miren con mala cara. Las gente es muy simpática, en las tiendas los dependientes son atentos, no petardos engreídos que se les caen los anillos.
No se si era porque estaba cansado y medio borracho, pero las noches en Berlín, los bares tiene algo especial, como si los visitaras en un sueño calido donde el tiempo se estira.

Este viaje no solo fue un viaje de placer, fue un poco a nivel personal una cuenta pendiente que tenía con el pasado; yo viví en la Alemania comunista cuando pequeño.
Allí pase 4 años de mi vida, entre los 3 a los 7.
Mi hermano que estuvo hace unos años atrás, me dijo como llegar a mi antiguo barrio.
Vi mi portal, el numero 177, mi jardín de infancia, mi colegio, el parque donde me tiraba con el trineo. Todo mas pequeño, todo lleno de pintadas, el paso de los años que no perdonan ni al cemento. Por suerte no estaba solo y tuve tu hombro donde llorar, porque las lágrimas brotaron sin aviso.
Tengo pensado regresar a patearme los museos y subir a la torre de TV porque me gusta dejarme cosas por ver, para tener una excusa para volver.



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