COCOONES COTIDIANOS

Jueves noche tras el atentado.
Son las tres y pico de la mañana dormimos placidos. Suena el timbre. Un poco nervioso miro por la ventana.
Dos policías me dicen que por favor abra la puerta. Me pongo la bata de Bum Bum Pacheco que me regalo mi hermana y bajo las escaleras al encuentro de las señoras policías.
Me preguntan por un antiguo vecino, digo que no lo conozco, solo llevo 9 meses viviendo aquí. Les pregunto de que se trata, me dice que es muy importante. Debe de serlo para venir a estas horas les digo. Recibo una mirada fría a modo de reprimenda. Me piden que le de el teléfono de mi casero, se lo doy. Llama a la puerta de los vecinos de abajo. Ellos si que le conocían, vivió en el apartamento que esta encima del nuestro hace un año y medio.
Se van, concilio el sueño. Debe de haber pasado cerca de una hora, vuelve a sonar el timbre, miro otra vez por la ventana ahi esta el coche de la policía de nuevo!
Bajo (esta vez sin bata), dicen que habían copiado mal el numero de mi casero que si podía dárselo de nuevo, amablemente y con prisa piden perdón. Amanece, ya no tengo ganas de dormir. Especulamos acerca de la vinculación de este tipo con el atentado.
Desde hace días buscamos su nombre en la prensa, ¿será uno de los desparecidos?
¿Estarán recogiendo su ADN para identificar el cadáver.

Solo puedo pensar en el chico detonando la carga que lleva en su mochila, una gran luz cegadora y su cuerpo proyectado por todo el tren. La onda expansiva arrancando carne cristal y metal a su paso.